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A la sombra del cambio climático

Las políticas de cambio climático son y lo serán de forma mucho más patente una realidad en el futuro. Independientemente de que la línea de trabajo más acertada sea la nueva idea de la nueva Administración americana (no es una cuestión unipersonal como algunos quieren hacer ver personificando en el presidente de EEUUI) de invertir en tecnología e innovación en lugar de apostar por los complejos mercados (¿financieros?) de derechos de emisión, el sector agrario debe potenciar y hacer llegar a las esferas políticas y económicas de decisión a nivel internacional su gran contribución a la minimización del cambio climático. Sin duda, es el FUTURO.

El sector agrario está considerado como uno de los llamadas sectores difusos. Cualquier aproximación a las políticas de Cambio Climático debe hacerse bajo el doble plano de adaptación y mitigación del mismo.

Las medidas de Adaptación pueden ir desde la mejora y selección genética de cultivares mejor adaptados a situaciones de estrés hídrico o térmico hasta el cambio de cultivos, sistema de manejo, riego, etc. Pero no es en esta cuestión de adaptación donde parecen querer centrarse estas jornadas si no en las posibles contribuciones del sector a la Mitigación del Cambio climático.

La aportación del sector agrario a la Mitigación del Cambio Climático pasa por explorar y cuantificar medidas que reduzcan emisiones de cambio climático tanto por la capacidad de secuestro de Carbono, efecto Sumidero, como por la adopción de prácticas o tecnologías que consigan un mismo fin con un menor nivel de emisiones.

En este sentido, podemos contemplar, cuantificar, reconocer y fomentar toda una serie de prácticas en el sector agrario para contribuir a la mitigación del cambio climático:

Incremento y consideración de la superficie de cultivos leñosos como Sumidero de Carbono. Al igual que el incremento de superficie forestal respecto al año de referencia está reconocido y cuantificado como sumidero, el incremento de superficie de cultivos leñosos con implantación prevista superior a 20 años debe estudiarse y cuantificarse a estos mismos efectos. Cabe señalar que España es el primer país europeo en superficie de cultivos leñosos con alrededor de 5 millones de hectáreas (vid, olivar, frutos secos, cítricos, frutales de huesos, fruta de pepita….) y en plena expansión actualmente.

Incremento de la densidad de cultivos leñosos. Al igual que en el caso anterior, las nuevas plantaciones de leñosos se hacen incrementando de manera importante la densidad de plantación. El olivar tradicional ha pasado de los 100 pies/ha aproximadamente a 250-300 o incluso a superar los 1500 en el caso de olivar en superintensivo; la viticultura española se acerca en las densidades de plantación a las centroeuropeas multiplicando por dos las densidades tradicionales, y el mismo patrón siguen cultivos como los frutos secos, etc… Estos cambios en las densidades de plantación de cultivos leñosos incrementan sin duda el efecto sumidero de carbono, cuestión que debe evaluarse y cuantificarse.

La siembra directa y su contribución al incremento de materia orgánica del suelo. El suelo, en línea con la iniciativa 4 por mil lanzada a partir de la Cumbre de Paris, es un gran reservorio de carbono. La siembra directa contribuye de manera importantísima al freno de la erosión y al incremento de materia orgánica del suelo.

Las cubiertas vegetales en cultivos leñosos en pendiente son sin duda otra práctica que contribuye a incrementar el nivel de materia orgánica del suelo y a frenar la erosión, cuestión que debe igualmente tenerse en cuenta desde el punto de vista de captación de carbono por hectárea que esto supone.

Incorporación de restos de poda de cultivos leñosos al suelo.- Nuevamente se trata de una práctica que provoca un incremento de materia orgánica en el suelo al tiempo que produce una reducción de emisiones al evitar la tradicional quema sin aprovechamiento o valorización energética de la tradicional quema de estos restos vegetales.

Valorización energética de restos de cosecha o de primeras transformaciones en industrias alimentarias.- La recogida y valorización energética de restos de cosechas como es el caso de la paja de cereal o restos de poda de cultivos leñosos como olivar, vid, frutos secos etc es claramente otra contribución del sector agrario a la reducción de gases de efecto invernadero. En el caso de primeras transformaciones o manipulaciones de productos alimentarios tenemos igualmente medidas como el aprovechamiento para pellets de la cáscara de almendra, el hueso de aceituna…. o la utilización para la generación de biogás de purines, subproductos de bodegas, almazaras, mataderos, etc.

La consideración de todas estas prácticas y otras que pudieran analizarse deben considerarse, cuantificarse y remunerarse en las nuevas políticas de cambio climático. La nueva Ley de Cambio Climático hoy en fase de redacción es una oportunidad que no debe pasar desapercibida al sector agrario.

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