Mientras los agricultores se enfrentan al alza de los fertilizantes y a las sanciones internacionales, Bruselas sigue retrasando una medida que podría revolucionar la sostenibilidad agraria y la autonomía europea. ¿Hasta cuándo?
En un momento en el que Europa se llena la boca con términos como “autonomía estratégica”, “sostenibilidad” y “transición ecológica”, resulta francamente desconcertante —aunque tristemente habitual— que la Comisión Europea haya sido incapaz de avanzar en un asunto que reúne todos esos conceptos en un solo nombre: RENURE.
Sí, hablamos de fertilizantes. Pero no de cualquier fertilizante. RENURE (Recovered Nitrogen from Manure) es una tecnología que permite aprovechar los nutrientes del estiércol transformado para producir abonos de alta calidad, con menos emisiones y menor dependencia externa. En otras palabras: menos Putin, más campo europeo. Más autonomía, menos hipocresía.
El problema no es la falta de voluntad de los agricultores. RENURE ya ha demostrado ser eficaz en reducción de emisiones, aprovechamiento de recursos y mejora del suelo. Pero para que estos productos puedan utilizarse más allá del límite actual de 170 kg de nitrógeno por hectárea que impone la anticuada Directiva de 1991 sobre nitratos, hace falta una reforma legislativa. Y ahí es donde Bruselas vuelve a demostrar que a veces camina al ritmo de quien no pisa barro.
La Comisión propuso en marzo de 2024 una enmienda que, a priori, parecía abrir la puerta. Pero la letra pequeña escondía más trampas que soluciones: lista cerrada de tecnologías permitidas, límite artificial de 100 kg N/ha procedente de RENURE y, en definitiva, un corsé que impide al campo respirar. Como quien te presta una cuerda para que no te ahogues… pero te la lanza atada a un yunque.
Ni el Centro Común de Investigación (CCI), que desarrolló los criterios técnicos para validar RENURE, ni las principales organizaciones agrarias, ni siquiera los principios de neutralidad tecnológica de la propia UE, respaldan esta versión de la norma. Y por si fuera poco, en las últimas cuatro reuniones del Comité de Nitratos, ni un solo paso adelante. El tema iba a estar en el orden del día del 13 de junio. Pero desapareció, como por arte de magia. Otra oportunidad perdida. Otro capítulo de la novela de la lentitud europea.
Y todo esto ocurre mientras los agricultores europeos se ven asfixiados por los precios de los fertilizantes minerales, agravados por los aranceles a las importaciones rusas y bielorrusas. En este contexto, RENURE no es solo una opción. Es un salvavidas. Y uno muy europeo, además.
Desde ASAJA apoyamos —con convicción y sin paños calientes— el llamamiento del Copa-Cogeca, la Asociación Europea del Biogás (EBA) y la industria de maquinaria agrícola (CEMA) para que la Comisión rectifique, escuche a sus técnicos y permita que RENURE sea lo que puede ser: una herramienta real, no un lema para discursos en Bruselas. Por ello, desde ASAJA ya nos hemos puesto en contacto con el Ministerio de Agricultura para trasladar directamente esta urgencia y pedir que apoye sin ambigüedades la aprobación de RENURE en el Consejo.
No es momento de lentitudes ni de tecnocracias paralizantes. Es momento de actuar. Porque mientras la Comisión sigue redactando borradores, nuestros agricultores siguen mirando al cielo y a los mercados, esperando que alguien, por fin, mire al campo con algo más que promesas.
Y si aún alguien duda de la urgencia, que pase una mañana con cualquier ganadero que trate de cerrar sus cuentas. Pregúntele cuánto le cuesta fertilizar sus tierras. Pregúntele si le parece justo que la innovación se bloquee desde un despacho.
Europa no puede permitirse enterrar RENURE bajo el peso de su propia burocracia. Porque si RENURE cae, con él se hunde un modelo más sostenible, más justo y más nuestro. ¿Estamos dispuestos a permitirlo? Desde el campo, la respuesta es clara: no.