Los próximos meses traerán consigo una serie de cuestiones importantes para la agricultura europea.
En un clima comercial internacional tenso con la llegada de Donald Trump, varios Estados miembros se suman a la Comisión Europea en la creencia de que es urgente garantizar más asociaciones comerciales. Aumenta la presión sobre el expediente del Mercosur y gana terreno la idea de cerrar un acuerdo con la India. Esto plantea la cuestión de quién pagará estos acuerdos: los sectores ganadero, del alcohol y del azúcar se encuentran sistemáticamente entre los designados como monedas de cambio en acuerdos en los que las cláusulas de salvaguardia suelen ser simbólicas. El debate actual sobre las importaciones de arroz lo ilustra, con la automatización de la cláusula de salvaguardia puesta en tela de juicio.
A mediados de julio, la Comisión presentará también su presupuesto para la Unión Europea para el periodo 2028-2034 y su propuesta de reforma de la PAC. Si persiste en su idea de fusionar el presupuesto de la PAC con el de otras políticas europeas importantes, el Parlamento Europeo y los Estados miembros insisten en que la PAC debe seguir siendo independiente, con sus dos pilares. Alemania acaba de adoptar una posición en este sentido, pero vinculando la política de desarrollo rural a la política de cohesión, rechazando que los Estados miembros puedan contribuir con más del 1 % del PIB al presupuesto europeo y pidiendo más fondos para la defensa. Con esta ecuación, los rumores de recortes en el presupuesto de la PAC atribuidos al presidente de la Comisión Europea cobran aún más fuerza.
También han comenzado las negociaciones con Ucrania, sobre la base de los acuerdos previos a la guerra. Pero no nos equivoquemos, continuarán con vistas a la adhesión formal en 2030, con la adopción del acervo comunitario, lo que no debería ser demasiado complicado para los principales actores agrícolas ucranianos, ni obstaculizar realmente su competitividad.
Ante esta situación, la Unión Europea ha optado por aspirar a una economía neutra en carbono para 2050 mediante el desarrollo de la bioeconomía. Esta opción implica movilizar un 13 % más de la producción agrícola para 2030 y un 25 % para 2050. Ahora se trata de traducir esto en decisiones políticas coherentes para abrir verdaderamente estos mercados a la agricultura europea. El reto inmediato es concienciar de que, sin más agricultura, Europa no podrá ser más soberana. ¡La batalla aún no está ganada si tenemos en cuenta el conjunto de iniciativas del presidente de la Comisión Europea!
Firma: Farm Europe (Opinión)