Dieciséis años después de que se iniciara su implantación, casi 17 millones de agricultores de 29 países siembran con variedades transgénicas 160 millones de hectáreas. Se trata de una tecnología que ha calado fuertemente entre los agricultores por ser más productiva y plenamente sostenible, puesto que reduce el consumo de recursos, necesita menos suelo, menos agua y menos energía.
Pero no sólo los agricultores creen en la biotecnología, según refleja el eurobarómetro de la UE de marzo de 2010 sobre “agricultura y política agraria común” el 77% de los europeos considera que los agricultores deben apostar por la biotecnología agraria. Pese a esta buena acogida, sorprende la incoherencia que demuestra la Comisión Europea al aplicar una política de doble rasero, puesto que consciente de la inocuidad de estos cultivos, permite la importación y el consumo de 45 productos transgénicos, entre ellos la soja y el algodón, mientras que prácticamente restringe el cultivo de transgénicos dentro de la UE a un solo producto, el maíz. Lo que supone abrir otro frente de competencia desleal para los agricultores europeos y una brecha tecnológica entre los agricultores de la UE y los del resto del mundo.
Los agricultores europeos representados en el Comité de Organizaciones profesionales Agrarias (COPA), en el que están integradas más de 50 organizaciones agrarias de los 27 países de la UE, han demandado reiteradamente que se ponga fin a esta discriminación y han mostrado un amplísimo respaldo a estas nuevas tecnologías, que allí donde se han permitido, como es el caso del maíz en España, han duplicado su superficie en pocos años. Este cultivo ha experimentado en nuestro país un crecimiento exponencial, y nueve de cada diez agricultores españoles que han sembrado alguna vez maíz transgénico han vuelto a utilizarlo. En 2011, según los datos del Ministerio de Agricultura, se sembraron en España 97.326 hectáreas de maíz transgénico, casi un 27% más que en el año anterior.
Los agricultores andaluces, que fuimos pioneros en la investigación de estas tecnologías, estamos perdiendo el tren. Andalucía fue la primera región de Europa que contó con ensayos de algodón transgénico en 1998, sin embargo, catorce años después Andalucía no cuenta con una sola hectárea de algodón transgénico mientras en el resto del mundo se siembran más de 24 millones de de hectáreas de algodón genéticamente mejorado, una tecnología que ya es mayoritaria en EE.UU., Brasil, Argentina, China o la India.
Desde ASAJA-Andalucía entendemos que, de una vez por todas, debe ponerse fin a este sinsentido, por lo que instamos a la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía a cumplir sus compromisos con el sector y a desarrollar el Estatuto de Autonomía, y en concreto el artículo 199, que recoge que “los poderes públicos de Andalucía fomentarán el desarrollo tecnológico y biotecnológico, así como la investigación y el empleo de recursos autóctonos orientados a procurar la mayor autonomía en materia agroalimentaria”.
Este compromiso estatutario está rubricado posteriormente por la propia consejera de Agricultura de la Junta de Andalucía, Clara Aguilera, que el 26 de octubre de 2009 firmó con todas las Organizaciones Agrarias andaluzas, el denominado Documento de Interlocución Agraria (DIA), elaborado a instancias del propio presidente Griñán con el objetivo de fijar las líneas de trabajo de la Consejería de Agricultura para la legislatura que ahora termina. La medida 9 de dicho documento, la dedicada a “Investigación, Transferencia y Formación” recoge como primera acción “Estudiar, investigar y aplicar, en su caso, la biotecnología de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 199 del Estatuto de Autonomía de Andalucía”.
Desde ASAJA-Andalucía instamos a la consejera de Agricultura a que cumpla este compromiso y trabaje en el tiempo que aún queda de legislatura para permitir que los agricultores andaluces se incorporen al tren de las nuevas tecnologías.