Con un otoño en el que las lluvias llegaron tarde – no llovió hasta el 24 de diciembre- pero en cambio, durante el invierno fueron las justas y necesarias, haciendo que los cultivos salieran sanos de invierno y con lo poco que las nubes ayudaron en los meses de marzo y abril, las esperanzas volvieron a un sector necesitado de años con buenos rendimientos.
Recordemos que en años anteriores la sequía en unos casos y en otros los excesos de lluvia, así como las distintas plagas (troncha-espigas, mosquito del trigo) o las vegetales (bromo y vallico) dieron al traste con la ilusión de los agricultores de secano.
Las esperanzas se perdieron este año cuando después de sufrir un ataque de hongos (roya y septoria) que obligó a hacer tratamientos caros, una ola de calor desproporcionada a primeros del mes de mayo interrumpió el proceso de maduración de las plantas con mermas en las cosechas del orden del 30 %, dejando los rendimientos que se explican a continuación y que pueden variar en poco con lo que aun queda por cosechar:
AVENA 2800 Klgs/Ha
CEBADA 3000 Klgs/Ha
TRIGO 2700 Klgs/Ha
TRITICAL 2480 Klgs/Ha
GUISANTES 2790 Klgs/Ha
Además, es necesario apuntar que el umbral de rentabilidad de una hectárea de cereal está en 2240 kgs en un año como éste en el que los gastos se dispararon, con los tratamientos de herbicidas, fungicidas para el control de hongos así como el precio de fertilizantes y combustibles.
También es importe subrayar el insostenible avance de las plagas que además de encarecer los costes de producción en muchos casos son ineficaces.
De esta manera, el poco beneficio que en algunos casos tendrán los cerealistas -y ojo que aun no se sabe nada de precios- no cubre ni se aproxima a las perdidas que se ha sufrido en años anteriores, por lo que desde aquí queremos recordar al Gobierno de Extremadura, que tiene en su mano hacer que los costes de producción se reduzcan.
En este sentido, no nos estamos refiriendo a que se reparta dinero si no a que repartan buenas voluntades y ganas de mantener vivo el único motor de la economía de nuestros pueblos, autorizando la destrucción de los restos de cosecha de manera controlada.