José María Castilla, director de la oficina de ASAJA en Bruselas, firma este artículo de opinión con motivo del aniversario de la entrada de España en la Unión Europea. Castilla reflexiona sobre el papel que ha desempeñado el campo español en el proyecto europeo, alerta sobre los desafíos que enfrenta el medio rural y reclama una política agrícola común más justa, realista y comprometida con los agricultores y ganaderos.
“Europa empieza en el plato”
José María Castilla, director oficina ASAJA Bruselas
La historia de España en la Unión Europea es una historia de transformación. De modernización. De esperanza. Pero también debe ser una historia de compromiso. Y el campo español ha cumplido. Hemos producido, exportado, sostenido y resistido. En cuarenta años, la agricultura y la ganadería han sido, con datos en la mano, de los sectores que más han contribuido al equilibrio económico, social y ambiental del país.
Pero ahora, cuando celebramos este aniversario, toca decirlo claro: Europa no puede seguir avanzando dejando atrás a quienes la alimentan.
Llevamos años alertando de las tensiones que vive el mundo rural. Las normativas cada vez más exigentes, los costes disparados, la falta de relevo generacional y la burocracia asfixiante hacen que muchos productores se pregunten si merece la pena seguir. Y mientras tanto, la respuesta europea es más papeles, más promesas… y menos soluciones.
Agua, clima y jóvenes. Esas son las tres prioridades que deben unir a los países del sur y que deben ser atendidas de forma urgente. Porque si no hay agua, no hay futuro. Si se legisla sin entender la realidad del terreno, se castiga al que ya está al límite. Y si no hay jóvenes en el campo, se apaga la luz de los pueblos.
Europa empieza en el plato. En lo que come cada ciudadano. En cómo se produce. Y en quién lo hace posible. Por eso, defender al productor es defender la seguridad alimentaria, la sostenibilidad real y la cohesión territorial. No se trata de nostalgia, se trata de sentido común.
Desde ASAJA, queremos una Europa fuerte, competitiva y útil. Pero también una Europa consciente de que el campo no puede ser el eterno pagador de las crisis, las transiciones o las decisiones mal planificadas. Si de verdad queremos una política agrícola común que esté a la altura del siglo XXI, toca cerrar grietas y empezar a escuchar de verdad.