En el campo, sabemos bien lo que es depender del clima, de la tierra y del esfuerzo diario. Pero en los últimos tiempos, hay otro viento que sopla con fuerza y que no entiende de estaciones: el de la geoeconomía. *Un concepto cada vez más ligado a la geopolítica, porque las decisiones económicas internacionales ya no se toman al margen de los intereses estratégicos de los países*. Las decisiones que se toman en despachos lejanos, los pulsos entre potencias y los cambios de rumbo en la política internacional llegan hasta nuestros pueblos y afectan, de lleno, a quienes trabajan la tierra y cuidan el ganado.
Durante años, nos dijeron que el libre mercado traería estabilidad y oportunidades. Pero la realidad es que, hoy, la agricultura y la ganadería españolas se ven zarandeadas por guerras comerciales, aranceles, sanciones y una competencia desleal que pone en jaque la rentabilidad de las explotaciones. Como bien ha señalado Pedro Barato, “no podemos permitir que la producción nacional quede a merced de intereses ajenos y de normativas que no entienden la realidad del campo”.
La soberanía alimentaria, esa palabra que algunos consideraban anticuada, vuelve a estar en boca de todos. Y no es para menos: la pandemia, la guerra en Ucrania y la escalada de tensiones internacionales han demostrado que depender del exterior para llenar nuestras despensas es un riesgo que no podemos asumir. ASAJA lo ha dicho alto y claro: España necesita políticas que protejan a sus agricultores y ganaderos, que garanticen precios justos y que apuesten por la producción propia.
Pero no basta con palabras. Hace falta acción. Hace falta que las administraciones dejen de mirar para otro lado y pongan en marcha medidas que permitan al sector competir en igualdad de condiciones. No podemos seguir soportando normativas que asfixian al productor, ni aceptar que se abran las puertas a productos de fuera que no cumplen los mismos estándares que se nos exigen aquí.
El campo español es mucho más que cifras y estadísticas. Es vida, es territorio, es futuro. Y en este mundo donde todo está conectado, donde las raíces de nuestra agricultura se entrelazan con los vaivenes de la política internacional, necesitamos más que nunca una defensa firme de lo nuestro. Porque, como dice Pedro Barato, “sin agricultores y ganaderos, no hay alimentos; sin alimentos, no hay país”.
La geoeconomía ha llegado para quedarse. Pero si algo ha demostrado el campo español es que, ante la adversidad, sabe resistir y salir adelante. Solo pedimos una cosa: que nos dejen trabajar, que nos den las herramientas para seguir alimentando a este país con dignidad y orgullo.
Firmado por José María Castilla