La actividad agraria: una apuesta inteligente
Desde tiempos inmemoriales la agricultura y ganadería ha sido y es un factor determinante en el desarrollo de nuestros pueblos y de nuestra civilización.
La actividad agraria y el comercio de productos agroalimentarios ha estado siempre presente en todo momento de la evolución humana e incluso ha sido protagonista o causante principal de muchos de sus grandes hitos.
Por tanto, no debería extrañarnos que, en pleno siglo XXI, siga siendo la alimentación de una población mundial en crecimiento exponencial una de las principales preocupaciones de las instituciones internacionales más reconocidas y la agricultura, su modernización y expansión, su principal baza para afrontar tan ingente reto.
Algunos afirman que esta realidad es ajena a la Unión Europea. Yo me pregunto;
¿Como dejar fuera de este debate a Europa, cuando es precisamente uno de los principales actores en el panorama mundial agroalimentario?
¿Como quedar fuera cuando somos los segundos exportadores mundiales de productos alimentarios?
¿Cómo no decir nada cuando somos el primer importador mundial de productos agroalimentarios del mundo, y cuando más de tres cuartas partes de las exportaciones de los países llamados en desarrollo tienen nuestros mercados como destino?
Es más. ¿Cómo no vamos a decir nada cuando son nuestros patrones alimentarios y nutricionales los que siguen los habitantes de los países emergentes y en desarrollo?
Todas las potencias económicas mundiales, y la UE lo es, basan su influencia en el escenario internacional en unos niveles razonablemente elevados de independencia, tanto política, como económica y social y, cómo no, alimentaria.
Por ello, todos los países avanzados cuentan con sus correspondientes políticas agrarias y Europa no debe avergonzarse de tener una Política Agricola Común, y hace mal en dedicar más tiempo en buscarse excusas y justificaciones para lanzar nuevas reformas de la PAC que en buscar de qué forma podemos desarrollar más eficazmente nuestro trabajo y prestar el mejor servicio a la sociedad.
Y no quiero dejar pasar un momento más sin hacer referencia a lo que en ASAJA creemos que debe ser motivo de máxima atención y preocupación, que no es otro que el alto nivel de envejecimiento de nuestros activos agrarios y el escaso nivel de relevo generacional al frente de las explotaciones agrarias.
Está claro que por mucha PAC que diseñemos ahora, si dentro de unos años no nos quedan agricultores para llevarla a cabo, hemos hecho “un pan como dos tortas”.
Hemos visto que en los últimos años, no sé si consecuencia de la crisis o por otros motivos menos coyunturales, se han incrementado las incorporaciones de jovenes a la actividad agraria. Nuestras oficinas pueden dar fe de ello, se han duplicado los cursos y lamentablemente, las Comunidades Autónomas no han tenido recursos presupuestarios suficientes para satisfacer la demanda.
Estamos, por tanto, en un buen momento para invertir la tendencia y, a través del apoyo de las instituciones, las administraciones, los ayuntamientos, las entidades privadas, y sobre todo los mercados y los precios de los productos, hacer atractivo para nuestros jovenes quedarse al frente de nuestras explotaciones.
Esa sí que es una apuesta inteligente.
Nos encontramos en un momento importante en el actual proceso de negociación de una PAC más vinculada que nunca a la difícil situación económica y presupuestaria que atraviesa Europa. Tanto en materia presupuestaria como en la próxima reforma, el papel del Parlamento Europeo es más relevante que nunca, como partícipe necesario en el proceso de negociación y toma de decisiones.
Aparte de los compromisos presupuestarios establecidos por la Cumbre de Jefes de Estado de febrero de este año y pendientes aún de refrendar por el PE, se quieren introducir principios como el del reequilibrio y la convergencia, la ecologización de los pagos, la permeabilidad entre pilares, la generalización de las organizaciones de productores o nuevas prioridades para el desarrollo rural, todo ello unido a grandes dosis de subsidiariedad y posibilidades de elección por parte de los Estados miembros.
Como representantes de los intereses de agricultores y ganaderos no podemos, ni queremos, abstraernos a este debate y le damos la máxima importancia, ya que buena parte de nuestras decisiones como empresarios agrarios dependen de la Política Agraria que se diseña y se decide desde los despachos de Bruselas y los escaños de Estrasburgo.
Por ello rechazamos que, bajo el eufemismo de “convergencia interna”, la Comisión pretenda hacer tabla rasa en los pagos directos, ignorando la gran diversidad de cultivos y métodos de producción que constituyen la realidad de la agricultura y ganadería española.
Incluso lo que algunos podrían justificar como una “tasa plana de convergencia mínima a nivel interno” solo generaría desequilibrios entre regiones productoras, distorsiones en los cultivos e injusticias entre profesionales agrarios.
Sería igualmente injusto agregar más hectáreas de las estrictamente agrícolas y ganaderas a las superficies con derecho a los pagos directos de la PAC. En este sentido, la actividad agraria debe ser el referente para el acceso a estos pagos.
Solo aquellas tierras que son efectivamente cultivadas o destinadas a pastos de nuestros ganados deben ser elegibles a efectos del cobro de la PAC. De otra forma, la sociedad no podría nunca entender su justificación.
Siempre he creído que nuestros conciudadanos miran a la agricultura y ganadería con altas dosis de simpatía y aprecio. Las estadísticas lo corroboran, pero baso mi afirmación en el contacto diario que mantengo con todo tipo de personas de los más distintos ámbitos económicos, sociales y culturales.
Este es un activo que no podemos descuidar, ya que, sólo con su apoyo la PAC puede tener expectativas de continuidad.
Por ello, entiendo que tenemos un reto importante de cara al futuro que no es otro que mantener y consolidar este nivel de aceptación por parte de la opinión publica.
A nivel individual, esforzándonos cada día en hacer de nuestro trabajo un servicio que sea reconocible y reconocido por el consumidor, por el ciudadano y, en definitiva, por el contribuyente.
No sería responsable por mi parte obviar que algunos colectivos no comparten con nosotros la visión de nuestra actividad. Y posiblemente debamos reflexionar sobre ello e intentar acercarnos más a estos grupos, por supuesto a los moderados y razonables, para hacerles llegar nuestras preocupaciones e intereses, escuchar los suyos e intentar acercar posiciones, apostando todos a una por la actividad agraria como una actividad duradera, sostenible e integradora.
Una apuesta inteligente, en definitiva.
Creo sinceramente que, si sabemos explicarles bien nuestro trabajo, despejando dudas, desmontando mitos y superando las “frases lapidarias” sustituyéndolas por cifras y datos reales, buena parte del camino estará allanado.
La cuestión medioambiental es uno de los ejes de la Reforma. No nos da miedo hablar de medioambiente. Ni mucho menos. De hecho, creo que precisamente el medioambiente es nuestro medio, allí trabajamos y allí vivimos nosotros y nuestras familias, todos los días del año, muchas veces durante generaciones.
Por tanto, a mi no me da miedo el medioambiente. Ahora bien, me da miedo, mucho miedo el que legisla sobre el medioambiente.
Y no lo digo por el Ministro que va a clausurar dentro de unos minutos este acto.
Hemos visto como proyectos que podrían haber significado un paso importantísimo a favor de la Producción Final Agraria y nuestra aportación al PIB, que hubieran sido financiados con fondos europeos en lo que hubiera sido un autentico “Plan E” a favor de las infraestructuras hidráulicas y la optimización del regadío en España, se vieron truncados, aparcados, sin otra justificación que la populista.
Menos mal que este Ministro es tozudo y se ha empeñado en sacar adelante los Planes de Cuenca pendientes para evitar la penalización de Bruselas e inmediatamente convocar a un Pacto Nacional del Agua que deberá desembocar en un nuevo Plan Hidrológico Nacional.
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Entiendo que tenemos la legislación más estricta en materia de prácticas medioambientales, bienestar animal, sanidad y salubridad de los alimentos y del entorno en donde producimos, trazabilidad de nuestros productos y métodos de producción.
Creo que antes de imponer nuevas restricciones y mayores condicionantes, se debería poner en valor lo que ya realizamos.
Este reconocimiento debe darse, por supuesto a nivel interno, de manera que los ciudadanos conozcan, por ejemplo que la agricultura ha sido el único sector productivo que ha cumplido los compromisos de Kyoto en materia de reducción de gases de efecto invernadero.
Pero también debe una diferenciación de nuestros productos a favor del producto europeo, pero también del consumidor.
Por una parte, el consumidor debe tener toda la información para poder distinguir y diferenciar un producto español o del resto de Europa, que ha cumplido todos los controles y requisitos exigidos, de otro importado que no ha tenido que someterse a nuestras elevadas normas de producción.
En un alarde de esquizofrenia, la Unión Europea prohíbe a nuestros profesionales agrarios métodos de producción que sin embargo permite a los productos importados.
O dicho de otra manera, que puede parecer lo mismo, pero creo que responde mejor a la realidad; La Unión Europea autoriza la importación de productos y métodos de producción que prohíbe a nuestros productores.
Esta falta de coherencia es la que me preocupa. Y aunque parezca una obviedad, creo que es importante recordar que para que exista una agricultura y desarrollo rural sostenible debe existir una actividad económica que lo sustente.
Nuestros gobernantes, principalmente a nivel europeo, pero no solo a nivel europeo, deben tener muy clara esta premisa.
Como también nosotros debemos tener muy claro que la actividad económica en agricultura viene marcada por otros factores que van más allá de los pagos directos de la PAC.
No debemos olvidar que en la formación de la renta, los pagos de la PAC representan de media en España entre un 25 y un 30% de los ingresos de los agricultores y ganaderos, mientras que un 70% procedería del mercado.
Por tanto, sin restarle importancia a los pagos directos, también debemos profundizar en cómo podemos incidir en el mercado, nuestra principal fuente de ingresos, para poder sacar mayor provecho a nuestros productos.
El Reglamento de OCM Única, y desde otra óptica el de Desarrollo Rural, pretenden avanzar en esta línea, si bien discrepamos de algunas de las orientaciones de la Comisión, desgraciadamente amparadas por varias delegaciones en el Consejo.
Entendemos que los mecanismos de gestión de los mercados no deberían desaparecer, y deberían recoger a través de unos precios de activación acordes con la situación actual y la evolución de los costes de producción.
Como tampoco deberían desaparecer los sistemas de cuotas en los sectores de la remolacha o de la leche, ni la limitación en materia de derechos de plantaciones de viñedo.
Estamos de acuerdo en que son necesarios esfuerzos en concentrar la oferta, para paliar nuestra débil posición negociadora ante la industria y la distribución, esta última fuertemente organizada.
Ahora bien, estos esfuerzos de concentración de la oferta pueden ser más o menos eficaces si en paralelo adoptamos decisiones firmes, claras y vinculantes en todos los eslabones de la cadena de manera que la transparencia, la proporcionalidad y el equilibrio de fuerzas sean las normas básicas de funcionamiento.
Una política de competencia adaptada a la realidad del sector agrario, de sus productos, perecederos, de temporada, de recogida diaria o de cualquier otro tipo, es absolutamente vital para poder defender los intereses del sector productor en la cadena de formación de valor agroalimentaria.
Somos la única organización que se ha mostrado abiertamente crítica con la trayectoria que las Organizaciones de Productores han venido desempeñando en sus años de funcionamiento y los resultados obtenidos en su objetivo principal de concentrar la oferta.
De ahí que seamos de la opinión de que la Comisión, y en cierta medida también el Gobierno, se muestran demasiado optimistas destinando buena parte de los recursos de este reglamento de OCM Única y algunos de Desarrollo Rural a la custodia de las Organizaciones de Productores.
Pero estamos abiertos a rectificar, y felicitaremos a dichas organizaciones de productores cuando sus cuentas de resultados reflejen unos niveles de comercialización de nuestros productos realmente satisfactorios.
No en vano, eso debería redundar en unos mejores precios de venta para nuestros productos ¿Se trata de eso, no es verdad?
Que nadie nos malinterprete. No estamos en contra de las cooperativas. Todos los que estamos en esta sala, procedentes de todas las provincias de España, agricultores y ganaderos, somos miembros de una cooperativa, incluso formamos parte activa de ellas.
Y somos conscientes de que pueden constituir una herramienta muy eficaz para lograr el objetivo de mejorar nuestros precios de venta por nuestros productos. Para ello, deben ser cooperativas fuertes, dimensionadas, con objetivos claros y visión de futuro.
Es absolutamente necesario modernizar las cooperativas en España para que tengan una dimensión nacional y una presencia internacional.
Antonio Luque, que acaba de hablarnos, es un ejemplo claro de que se puede conseguir. Afortunadamente no es el único, pero queremos que sean muchos más.
Por eso hemos apoyado la propuesta del Ministerio en materia de Integración Cooperativa y de mejora de la cadena alimentaria. La apoyamos porque creemos que es una apuesta decidida por la actividad agraria.
Una vez más, Una apuesta inteligente.
Como inteligente es la apuesta de las empresas que están colaborando en el Proyecto “Compras en conjunto” de ASAJA.
Porque entendemos que es nuestra obligación, máxime de cara a los tiempos que vienen, abaratar nuestros costes de producción, como elemento esencial de las cuentas de resultados de nuestras empresas agrarias.
De ahí que intentemos canalizar nuestros activos, que sois vosotros, los miembros de ASAJA, para conseguir las mejores condiciones en la compra de la mayor parte de los productos, maquinaria o servicios que podáis utilizar en vuestra actividad agraria, así como en vuestra vida diaria fuera de la explotación.
Se trata de una iniciativa en la que todos pretendemos ganar. Obviamente nosotros, agricultores y ganaderos que obtendremos, por ser socios de ASAJA unas condiciones preferenciales en la compra de estos productos.
Pero también para las empresas, que también deben encontrar un aliciente para embarcarse en esta aventura. Evidentemente, ellos encuentran en ASAJA un colectivo de personas y de clientes, que ni en cantidad ni en calidad, encontraran de ningún otro sitio.
Queridos amigos y amigas. En unos segundos pasaré la palabra al Ministro de Agricultura para su Discurso de Clausura.
Permitidme sencillamente agradeceros a todos vuestra asistencia y el interés que habéis demostrado a lo largo de toda la Conferencia. Por descontado, agradecer el trabajo de todo el personal de ASAJA que han colaborado en la preparación y buen desarrollo de la Conferencia.
Quiero también felicitar a los ponentes y participantes en la mesa redonda por sus brillantes intervenciones, aclarando muchas dudas, generando otras, y preparándonos en cualquier caso a todos para la siguiente fase de negociación.
Porque, si todo sale como lo tienen previsto, y ya hemos oído al Comisario Ciolos en su alocución, la próxima semana será crucial. A partir de la semana que viene se cambia el escenario y comienza una nueva fase, que tampoco se adivina sencilla.
Esperemos que todos los que tengamos algo que decir en este nuevo escenario hagamos gala de la inteligencia suficiente para apostar por lo que verdaderamente importa.
Por la actividad agraria. Una apuesta inteligente
Muchas gracias.