La iniciativa se anunció tras meses de protestas agrarias en toda Europa contra las medidas de alivio del cambio climático y regulaciones que ganaderos y agricultores afirman les están llevando a la bancarrota. Esta medida, que aún debe ser aprobada por el Parlamento nacional, ha suscitado una considerable controversia y preocupación entre los agricultores y otros sectores afectados.
A partir de 2030, los ganaderos deberán pagar un impuesto de 300 coronas danesas (aproximadamente 40 euros) por tonelada de dióxido de carbono emitido, con un incremento a 750 coronas (100 euros) en 2035. Sin embargo, debido a una deducción del 60% en el impuesto sobre la renta, el coste real por tonelada comenzará en 120 coronas (16 euros) y aumentará a 300 coronas (40 euros) en 2035. Este impuesto afectará a las vacas, ovejas y cerdos, imponiendo una carga financiera adicional significativa a los productores.
La ganadería en Dinamarca, responsable del 32% de las emisiones de metano, está en el centro de esta propuesta. Cada vaca produce unas seis toneladas métricas de CO2 al año, lo que incrementará los costes para los agricultores. El sector agropecuario enfrentará nuevos desafíos económicos debido a este impuesto.
El ministro de Hacienda, Jeppe Bruus, defendió la medida diciendo: "Seremos el primer país del mundo en introducir un impuesto real sobre el CO2 en la agricultura. Otros países se inspirarán en esto". Sin embargo, los agricultores y ganaderos han expresado su preocupación por la viabilidad económica de sus operaciones, temiendo que esta nueva carga impositiva podría llevar a una reducción de la producción y pérdida de empleos.
Maria Reumert Gjerding, directora de la Sociedad Danesa para la Conservación de la Naturaleza, calificó el acuerdo como un "compromiso histórico", aunque esta postura no es compartida por todos los implicados.
Este impuesto llega en un momento en que otros países, como Nueva Zelanda, han desechado propuestas similares tras fuertes críticas de los ganaderos. Dinamarca espera que esta medida ayude a cumplir sus objetivos climáticos, pero la preocupación sobre su impacto en el sector agropecuario es significativa.