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ASAJA-sevilla espera que el Gobierno impulse una nueva legislación que evite el abuso de posición dominante en la cadena de comercialización agraria

La situación de precios hundidos ni es nueva ni es coyuntural, y lejos de solucionarse se ha agravado en los últimos meses, en los que el resto de eslabones de la cadena comercial (industria y distribución) ha intentado resolver sus problemas económicos y financieros reduciendo aún más los precios a los que compran los productos en origen. Lo que ha provocado que el agricultor, además de no obtener beneficios, ni tan siquiera pueda compensar los costes de su explotación con la venta de sus producciones.

El hundimiento de los precios por las prácticas abusivas de intermediarios, industria agroalimentaria y gran distribución ya ha provocado el cierre en Andalucía de 25.000 explotaciones en los últimos cuatro años y amenaza con dejar en la ruina a quiénes aún mantienen la actividad, puesto que si no se obtienen ingresos por la venta de las producciones, a más inversión sólo obtendrán mayores pérdidas.

El cerdo ibérico, el aceite de oliva, la aceituna de mesa, los cítricos y las hortalizas de invernadero, cinco de los productos más emblemáticos de la agricultura y la ganadería andaluza, se están vendiendo hoy a un precio inferior al coste de producción. La producción de un cochino ibérico de bellota, la joya de la dehesa y la gastronomía andaluza, tiene un coste para el ganadero de 360 euros, mientras que el precio medio de venta se sitúa hoy en 277 euros, lo que supone que por cada cochino que se vende el ganadero pierde 83 euros. Análoga situación se produce con el aceite de oliva virgen extra, un producto cuyo coste de producción se sitúa en 2,48 euros/kg de media (según el estudio de la cadena de valor del propio Ministerio de Agricultura), y que en estos momentos se paga a 1,8 euros/kg lo que supone que el agricultor pierde 0,68 euros por cada kilo de aceite que ha producido. En el caso de la aceituna de mesa, la consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía, en su estudio del sector, fija el precio mínimo para cubrir costes en el caso de la variedad manzanilla en 0,82 euros/Kg, sin embargo, los precios en campaña de esta variedad se han situado en 0,45 euros/Kg, el peor precio de los últimos 17 años, lo que supone que el olivarero de verdeo pierde 37 céntimos de euro por cada kilo de aceituna que entrega, y por último, en el caso de las naranjas, otra de las producciones fuertes de las vegas andaluzas, el precio de venta de la variedad navelina se ha situado esta semana en 0,09 euros/kg, mientras que los costes de producción superan los 12 céntimos de euro, por lo que el citricultor pierde 0,03 euros por cada kilo de naranja que vende.

Pese a las múltiples promesas, a esta situación insostenible no se le dio solución en la anterior legislatura, en la que se redactó el  Proyecto de Ley de la Calidad Alimentaria, cuyo borrador finalmente ha quedado relegado al fondo de un cajón.

Se trata sin duda, y salvando a la reforma de la PAC, del reto más serio que debe afrontar el campo español y los responsables del nuevo Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, cuyo titular, Miguel Arias Cañete, mostró ya, en su primera reunión con ASAJA el pasado 28 de diciembre, su disposición a promover una legislación que mejore el funcionamiento de la cadena de producción.

Desde ASAJA-Sevilla venimos demandando en todos los foros y reuniones una legislación que evite el abuso de posición dominante y permita que los beneficios generados por la venta de productos agroalimentarios se distribuyan a lo largo de toda la cadena, evitando el desequilibrio actual en el reparto de los márgenes y la actual situación de precios en origen por debajo de los costes de producción.

Este debe ser el principal objetivo de la nueva normativa, que además debe ir acompañada de medidas que permitan que se valore, se prestigie y se pague la calidad, un concepto que hoy cotiza poco en los mercados en origen, donde se paga prácticamente lo mismo por un cochino ibérico de bellota que por un cochino ibérico de cebo, pese a que la calidad de los productos obtenidos del primero es claramente superior.  

Esta misma paradoja se produce en el resto de producciones, las diferencias de precio entre productos de calidades muy diferentes son nimias pese a que los productos de mayor calidad llevan aparejados unos costes de producción más elevados, por lo que el aceite de oliva virgen extra de máxima calidad debería duplicar el precio de los aceites lampantes. Hoy, sin embargo, la diferencia entre uno y otro es de poco más de 20 céntimos de euros, lo que desincentiva al productor y provoca que se abandonen aquellas medidas más costosas de mejora de la calidad.

La gran distribución está detrás de la banalización absoluta de las producciones de calidad, que vende en sus lineales a precios de saldo, como “reclamo” para atraer a los consumidores, a costa de hundir el precio que perciben los agricultores.

Desde ASAJA-Sevilla entendemos que este es un asunto urgente, al que se le ha venido dando largas durante los últimos ocho años. En la coyuntura actual es imprescindible que el agricultor y el ganadero cuenten con una legislación que les proporcione instrumentos para protegerse de los abusos y defender sus precios, por lo que desde ASAJA-Sevilla esperamos que el ministro de Agricultura pueda sacar adelante cuanto antes este proyecto y tenga la habilidad necesaria para evitar las “zancadillas” que desde la Comisión Nacional de la Competencia o desde otros ministerios puedan ponerle a una legislación vital para garantizar el futuro del sector agrario en nuestro país.

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