Por qué cada vez más agricultores apuestan por esta herramienta clave para mejorar la rentabilidad, la calidad y la seguridad de sus cultivos
En el campo, cada decisión cuenta. Y una de las más importantes llega justo antes de poner la maquinaria en marcha: elegir qué semilla vamos a sembrar. Muchos agricultores se hacen esta pregunta cada año, y no es para menos. Al fin y al cabo, de esa elección depende buena parte del resultado final: la calidad de la cosecha, su valor en el mercado, el tiempo que vamos a dedicarle… y también los problemas que nos vamos a evitar.
En los últimos años, la semilla certificada se ha convertido en una opción cada vez más presente en las explotaciones españolas. No porque lo diga una norma, sino porque muchos agricultores han comprobado que les ayuda a sembrar con más tranquilidad y a recoger con más seguridad. ¿Qué tiene esta semilla para que se hable tanto de ella?
¿Qué es realmente una semilla certificada?
Es una semilla que ha pasado por un proceso riguroso de selección, multiplicación y control. No cualquier grano vale: tiene que cumplir una serie de condiciones genéticas, sanitarias y físicas para que se pueda garantizar que dará lugar a un cultivo sano, productivo y homogéneo. Además, cada lote está registrado, identificado y trazado, lo que da seguridad al agricultor desde el principio.
¿Y por qué utilizarla? Ventajas que se notan
Lo cierto es que muchos productores que la han probado coinciden: la semilla certificada es una inversión que se recupera en el campo. Estas son algunas de las razones que lo explican:
- Más rendimiento: las estadísticas demuestran que, de media, las semillas certificadas producen más que las convencionales.
- Menos problemas: vienen limpias de malas hierbas y enfermedades, lo que reduce tratamientos y complicaciones.
- Siembra más eficiente: al estar clasificadas por tamaño, se pueden ajustar mejor las sembradoras y aplicar dosis más precisas.
- Más facilidad para cosechar: la uniformidad del cultivo permite trabajar mejor con maquinaria.
- Mayor valor de la cosecha: cuando la calidad es alta y homogénea, el producto final tiene mejor salida.
Y algo muy importante: cuando compramos semilla certificada, estamos apoyando la investigación que hay detrás de cada variedad nueva. Gracias a eso se pueden desarrollar semillas más resistentes, más productivas y mejor adaptadas a los cambios del clima.
Legalidad: un punto a tener en cuenta
En determinadas especies y situaciones, la ley exige que se utilice semilla certificada o que, si se reutiliza grano, se cumplan unos requisitos muy claros. Por ejemplo, con las variedades protegidas, no se puede vender a terceros ni usar sin declarar.
Pero esto no se hace para poner trabas al agricultor, sino para proteger un sistema que garantiza que cada semilla sembrada tenga las cualidades que promete. Es decir, que no nos llevemos sorpresas en el campo.
¿Qué se puede hacer con el grano cosechado?
Esta es otra de las dudas habituales. El grano obtenido de semilla certificada puede utilizarse para:
- Alimentación humana
- Alimentación animal
- Autoconsumo en la propia explotación (según el cultivo y cumpliendo la normativa)
Lo que no está permitido es vender ese grano como si fuera semilla certificada, porque no ha pasado los controles exigidos para ello. Esto protege tanto al comprador como al propio agricultor.
Una herramienta, no una imposición
Es normal que, al principio, a algunos les cueste dar el paso. En el campo, cada euro cuenta, y cualquier cambio se piensa dos veces. Pero cada vez hay más explotaciones que, tras probar con semilla certificada, han repetido. Porque lo importante no es gastar menos, sino sembrar mejor.
La semilla certificada no es una solución mágica, ni lo pretende. Pero puede ser una aliada valiosa para quienes buscan asegurar su cosecha, mejorar la rentabilidad y seguir avanzando sin dar pasos en falso.
