El consumo de fruta fresca en los hogares españoles ha descendido de forma preocupante en la última década, según los datos del Panel de Consumo Alimentario elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). En concreto, cada ciudadano consume ahora 25,8 kilos menos de fruta al año que hace diez años, pasando de 90,2 kilos per cápita a solo 64,4.
Esta tendencia no afecta únicamente a la fruta. Otros alimentos tradicionales de la dieta mediterránea, como los zumos, el pan, la leche líquida o el pescado, también han registrado un notable retroceso en su presencia en la alimentación diaria. Por ejemplo, el consumo de zumos ha pasado de 10,1 litros por persona a 5,57, lo que representa una caída de 4,53 litros.
En paralelo, se ha observado un aumento en el consumo de productos como los platos preparados (de 12,9 a 17,47 kilos por persona), los frutos secos y el agua envasada. Este cambio de hábitos alimentarios plantea nuevos desafíos para la salud pública y genera preocupación entre nutricionistas y expertos, al afectar al equilibrio nutricional de la dieta mediterránea, considerada un modelo de alimentación saludable a nivel internacional.
Los especialistas advierten de que esta transformación refleja no solo una evolución en los estilos de vida, sino también la necesidad de políticas que fomenten una alimentación más equilibrada y sostenible en el contexto actual.