El próximo 29 de abril, los campos de ensayo de la SAT Córdoba y la Universidad de Córdoba volverán a convertirse en punto de encuentro para agricultores, investigadores y empresas del sector. La cita, ya consolidada como una referencia anual en el calendario agrario andaluz, permitirá conocer de primera mano los resultados de la campaña 2023/2024 y comprobar sobre el terreno cómo la mejora genética puede marcar la diferencia frente al cambio climático y los retos del futuro.
Los ensayos, que han incluido cultivos estratégicos como trigo duro, trigo blando, cebada maltera, colza y girasol, demuestran que invertir en semillas certificadas no es un lujo, sino una necesidad. Y es que en un escenario cada vez más condicionado por las temperaturas extremas, las lluvias irregulares y el aumento de enfermedades, la genética se convierte en aliada imprescindible.
Campaña 23/24
Las variedades ensayadas en la anterior campaña han destacado por su resistencia, adaptabilidad y rendimiento. En trigo duro, por ejemplo, las variedades Athoris y Don Ricardo han mostrado una notable resistencia a enfermedades foliares como la septoria. En girasol, líneas como P64LC108 y ES Lena superaron los 950 kg/ha en producción de aceite, manteniendo su vigor incluso frente al mildiu y el jopo. Y tanto el trigo blando como la cebada maltera han dado la talla en condiciones climáticas complicadas, consolidándose como opciones seguras dentro de las rotaciones agrícolas.
Más allá de los datos, los campos de ensayo permiten visualizar el impacto real de la mejora genética: menos tratamientos, mayor eficiencia, y una producción más alineada con las demandas del mercado y los compromisos medioambientales.
Innovar no es opcional: el cambio climático aprieta
El contexto no deja lugar a dudas. El cambio climático ya no es una amenaza lejana: está aquí, y se nota en cada campaña. En este escenario, ensayar no es solo experimentar, sino buscar respuestas. Los resultados de este año muestran que las variedades mejoradas no solo aguantan mejor las adversidades, sino que también permiten reducir el uso de productos químicos, optimizar recursos y mantener la rentabilidad.
Además, los ensayos han incluido nuevas prácticas de manejo y tratamientos complementarios que potencian aún más el rendimiento de las semillas certificadas. Técnicas de aplicación de fitosanitarios más eficientes y estrategias adaptadas a cada tipo de cultivo completan una visión integral y moderna de la producción agraria.
Colaboración e innovación: una apuesta compartida
El proyecto es el resultado de una colaboración sólida entre agricultores, universidades y empresas como BASF, Syngenta o Pioneer, comprometidas con el desarrollo de soluciones eficaces y sostenibles. Este trabajo conjunto demuestra que la innovación agraria no se construye desde los despachos, sino desde el terreno, compartiendo conocimiento y experiencia.
El valor de lo que no se ve
Invertir en mejora genética es invertir en futuro. En la sostenibilidad del modelo agrario. En la seguridad alimentaria. En el relevo generacional. Porque detrás de cada semilla certificada hay años de trabajo, tecnología y compromiso. Y el resultado no solo se mide en toneladas por hectárea, sino en la tranquilidad de saber que, pase lo que pase, el campo tendrá con qué responder.
El 29 de abril, los agricultores que se acerquen a los campos de ensayo no solo verán parcelas sembradas con distintas variedades. Verán, sobre todo, un ejemplo claro de cómo la innovación se convierte en herramienta para resistir, adaptarse y seguir adelante.
Y eso, en los tiempos que corren, no es poca cosa.

Fuente: Asaja Córdoba