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El azúcar sostenible (FINANCIAL TIMES)

Por Joe Leahy y Ed Crooks

Entre los altibajos de la industria del etanol en Brasil – y ha habido muchos recientemente – Vasco Dias tiene hoy un buen día.

El presidente ejecutivo de Raizen, una empresa conjunta entre Royal Dutch Shell y Cosan, el mayor exportador de azúcar y etanol de la nación, acaba de pedir a su junta directiva que apruebe un proyecto que podría junto con otros de su tipo transformar algún día la industria mundial de la energía.

Después de años de investigación con sus colegas de Codexis (California) e Iogen de Canadá  en el llamado etanol de celulosa – fuel producido del bagazo o de las hojas, cascaras y otros residuos orgánicos de la producción de caña de azúcar – está proponiendo a su junta que Raizen monte una planta de escala industrial en Brasil para producirlo. Con una capacidad de unos 10 millones de galones al año, lo que la convertiría en la primera de su tipo de todo el mundo.

“Es la solución posible más limpia: cogiendo los residuos y transformándolos en fuel”, dice Dias en su oficina de Sao Paulo.

Para la total comercialización del etanol celulósico todavía faltan algunos años, y se enfrenta a muchos retos – pero su promesa de doblar la productividad de los productores de etanol de caña de azúcar brasileño es más que un punto brillante en una industria cuyo potencial para generar abundante energía limpia a la vez que plásticos, lubricantes y otros productos fabricados de materiales renovables, es prácticamente inigualable por cualquier otra fuente de carburante.

Con el levantamiento en diciembre de los aranceles estadounidenses a las importaciones de etanol, Brasil tiene por primera vez acceso al gigante mercado norteamericano. También existen otros mercados potenciales – la Unión Europea se ha comprometido a dar los pasos para aumentar la proporción de combustible ecológico en la gasolina al 10 por ciento en 2020.

El momento que la mayoría de las industrias brasileñas siempre han buscado – la oportunidad de convertir el etanol del azúcar de caña en un producto de exportación más globalizado – parece haber llegado finalmente.

Para la Presidenta Dilma Rousseff, pugnando con el crecimiento económico ralentizado dramáticamente al 2.7 por ciento el año pasado debido a una moneda más fuerte que erosionó la competitividad de su sector manufacturero, el etanol sigue siendo un área en el que Brasil posee una clara ventaja frente a otros mercados emergentes.

Mientras el etanol puede muy bien ser el carburante del futuro – reflejando la imagen de Brasil como una nación de gran potencial – la cuestión es como hacer realidad su compromiso.

“Un cálculo aproximado indica que se podría triplicar fácilmente la producción de etanol en Brasil con la tierra disponible”, dice el profesor José Goldemberg, un experto en medioambiente, “No remplazaría toda la producción de gasolina pero haría mella”. Hablamos [todavía] de potencial”.

El dominio de Brasil del comercio del azúcar es una piedra angular de su poder agrícola. Ya es el mayor productor y exportador, controlando el 50 por ciento del mercado mundial. También tiene suficiente tierra disponible para la producción de la caña de azúcar que proporcionaría el equivalente de una quinta parte del carburante usado en los coches de todo el mundo actualmente, sin desforestar el Amazonas, según Unica, la asociación de industria del país.

El Etanol se usa en Brasil desde 2003, cuando se introdujeron los coches “flex-fuel” – capaces de usar petróleo o etanol. En 2008, el 80 por ciento de los coches nuevos brasileños usaban tecnología flex. El país actualmente produce el 30 por ciento del etanol mundial, el segundo lugar después de los EEUU, con el 58 por ciento.

“El crecimiento económico de Brasil y el aumento de las ventas de coches flex-fuel que funcionan con gasolina o etanol provocan la expansión del mercado del etanol de azúcar del país”, escribió Marianna Waltz, analista con Moody’s Investors Service, en un reciente informe sobre la industria.

El etanol de Brasil es considerado uno de los carburantes “más limpios” en términos de emisiones de efecto invernadero. “El etanol de la caña de azúcar es un carburante de muy alto rendimiento, mucho mejor que el etanol del maíz,” dice Melinda Kimble, experta en carburantes en la Fundación de las NU.

Los EEUU, el mayor mercado de carburante del mundo, es el objetivo obvio de los exportadores brasileños. La Reglamentación federal americana de Combustible Renovable de este año obliga a las refinerías de gasolina y diesel a mezclarse en 2 mil millones de galones de “biocarburante avanzado”, una categoría que incluye el etanol brasileño pero que excluye la producción norteamericana elaborada del etanol de maíz.

Con el fin del arancel norteamericano del 54 por ciento por galón, que representan una barrera a las importaciones de etanol de caña, el camino para el etanol brasileño en los EEUU parece abierto.

Casi abierto pero no totalmente. El problema al que los productores de etanol brasileño y de los EEUU se enfrentan es el “tope de de mezcla” – un límite en la proporción de biocarburante que puede mezclarse con el combustible de carretera en los EEUU. Existe un conflicto entre este conjunto de normas. Mientras que el RFS propone aumentar el uso de biocombustibles, las normas de calidad del combustible imponen un techo, que de momento es el 10 por ciento, creando una mezcla conocida como E10. Ya hay más etanol entrando en los EEUU que puede usarse bajo el límite E10, y el país está empezando a exportar algo de su excedente.

En una “situación un tanto perversa”, según Bob Dinneen, presidente de la Asociación de Combustibles Renovables de la industria Americana, los EEUU están exportando crecientes volúmenes de etanol brasileño y simultáneamente exportando crecientes cantidades de su propia producción a países tales como Canadá y el Reino Unido. La solución sería cambiar a E15 – un 15 por ciento de mezcla de etanol que la EPA ha aprobado en principio para los vehículos construidos a partir de 2001. Pero la propagación será lenta, ante la resistencia de algunos estados norteamericanos productores de petróleo, los minoristas que protestan por el gasto agregado y la complejidad y la industria del petróleo norteamericano.

El fuerte crecimiento de la industria de caña de azúcar de Brasil a mediados del 2000 se ha desvanecido tras la falta de inversión por la crisis financiera mundial de 2008-09.

Esto se ha agravado por un tiempo atmosférico muy seco, que redujo la producción de caña de azúcar del año pasado por primera vez en una década y forzó al gobierno a reducir la mezcla obligatoria de etanol en gasolina, y a importar importantes cantidades de los EEUU. Este año, se espera que la cosecha sea sólo un poco mejor pero muy por debajo de la capacidad de trituración de la industria.

En Usina Batatais, una plantación con molino cerca de Ribeirao Preto en el estado de Sao Paulo, corazón del azúcar brasileño, los campos parecen exuberantes para el ojo inexperto. En algunas áreas, la caña está empezando a combarse por el peso del jugo acumulado tras la temporada de lluvias. Pero los gestores dicen que la región ha recibido un 50 por ciento menos de la media en los últimos dos meses.

“Solo una vez que empecemos a triturarlo sabremos los efectos”, cuando las primeras cosechadores entren en los campos, dice Luiz Gustavo Diniz Junqueira, uno de los gestores.

También en Brasil la industria se enfrenta a problemas de regulación. Petrobas, la petrolera propiedad del estado, vende gasolina a un estimado 20 por ciento por debajo del mercado internacional para ayudar al gobierno a controlar la inflación, según dicen los analistas. Esto ha reducido el atractivo del etanol de la caña de azúcar, que vende a precios de mercado. Con impuestos más elevados sobre el etanol y el aumento de los costes, esto podría acabar con el apreciado flex-fuel del mercado de los coches del país, advierte Marcos Jank, ex-presidente de Unica.

La asociación estima que Brasil necesita doblar en 10 años la cantidad de cultivo de caña, con una inversión de 90 mil millones de dólares, sólo para mantener su 50 por ciento de cuota de mercado en el mercado mundial de azúcar y satisfacer el actual nivel de demanda del etanol en los coches de flex-fuel. Mientras esto suena como un número enorme, Jank señala a los planes del gobierno para invertir lo que algunos estiman será hasta 1.000 millones de dólares.

Esta diversificación energética que tenemos es una ventaja fantástica, especialmente comparada con los EEUU y Europa donde son dependientes del petróleo. No lo deberíamos perder, añadió.

El gobierno, por su parte, argumenta que cuando los precios del azúcar son altos, los productores de caña retiran el etanol, dejando a la nación en riesgo de escasez de combustible. Brasil está trabajando sobre un marco regulador para intentar asegurar que existan suficientes reservas de etanol para los periodos de escasez.

Paradójicamente, sin embargo, la mayor competencia al etanol de Brasil podría venir del etanol celulósico. Se han construido varias plantas de este etanol a escala comercial que podría tener éxito, dice Phil New, vice-presidente de los biocombustibles BP, la primera compañía de petróleo internacional que invierte en etanol brasileño.

A pesar de todo, Dias de Raízen es optimista. Él  y otros productores de azúcar brasileños piensan que el etanol celulósico también les beneficiará, dada la cantidad de residuos que generan. Mientras muchos podrían estar en desacuerdo, su argumento es que más pronto o más tarde la lógica del etanol de caña de azúcar, lo más aproximado a un combustible milagro en términos de sostenibilidad, prevalecerá.

“Los EEUU y Brasil serán capaces de transformar el etanol en una producto de nivel mundial” añadió. “por eso estoy aquí”.

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