Thumb
Por Abel Alcolea Presidente de la Sectorial del Agua de ASAJA Ciudad Real



Se va agotando el 2019, estamos en plenas labores de siembra, de abonado, de poda, etc.  y los regantes ya pensamos en el próximo año. Parece lógico que queramos saber de qué agua vamos a disponer para que nuestras inversiones y nuestro trabajo no sean en vano.

Pero lo único que sabemos a estas alturas, y a través de los medios de comunicación, es que la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) estudia ‘meter la tijera’ a los riegos; algo a lo que la Junta Directiva Provincial de ASAJA se ha venido negando en rotundo, ya que esta provincia lleva soportando, durante más de 25 años, las limitaciones de agua y siendo perjudicada por la mala gestión que se ha venido haciendo desde la CHG.

ASAJA ha exigido, año tras año, que no se recorten las dotaciones de los planes de extracciones anuales, ya que los agricultores afectados están regando con el 50% de sus derechos, con dotaciones tres veces inferiores a las que se autorizan a agricultores que están dentro de la misma cuenca en otras provincias, que además cuentan con infraestructuras para desarrollar sus regadíos en condiciones mucho más favorables a las nuestras.

La historia climática ha demostrado que la pluviometría funciona intercalando ciclos secos y ciclos húmedos. Por eso exigimos, como mínimo, las mismas dotaciones de agua que hemos venido utilizando desde hace más de 20 años, con las que hemos conseguido, por cierto, elevar el nivel de los acuíferos desde su cota más baja, registrada en 1995, hasta la más alta, en 2013, estando los niveles en la actualidad, y a pesar de no ser un año húmedo, en una situación más que aceptable, si lo comparamos con los niveles de hace una década.

Pase lo que pase, es momento de recordar que, en el mejor de los casos, venimos ya regando con la mitad del agua que nos corresponde y que un nuevo “recorte” en las dotaciones supondría no poder mantener los cultivos, pues los agricultores del Alto Guadiana ya tenemos las asignaciones de agua más bajas de toda España. Si así fuera, si la CHG decide limitar más, ya ni siquiera podríamos hablar de cultivos de regadío, habría que acuñar otro término para definir una agricultura que, haciendo un consumo de agua a través de un riego artificial, se comportaría prácticamente igual que la de secano.

Y todo este debate se produce, como siempre, en períodos de pocas lluvias, cuando en realidad no saben, o no quieren saber, cuánta agua hay exactamente bajo nuestros pies. Por un lado, es bien conocido el dato de “agua renovable” de un acuífero, la que se va recargando con el agua de lluvia. Pero nada se sabe de la “no renovable”: ese fondo de reserva de agua que permanece dentro de ese gran embalse subterráneo y que no se nos permite utilizar. Necesitamos estudios veraces, que nos digan realmente con qué agua contamos, para hacer una planificación sostenible de los recursos que tenemos, porque para alcanzar esa ‘sostenibilidad’ debe existir un ‘equilibrio’, y no se puede pretender conseguir el buen estado de una masa de agua a costa de menoscabar la actividad económica principal de esta zona que es la agricultura, pues tendría unas consecuencias catastróficas que provocarían el abandono del campo y de los pueblos. Hay que buscar entre todos ese equilibrio, pero una cosa está clara, con dotaciones más bajas ya no se puede.

Y este es un problema que afecta a toda la sociedad, pues la petición de agua no viene sino demandada por la necesidad de producir alimentos, que es a lo que nos dedicamos, a dar de comer a millones de personas varias veces al día, no es ningún capricho de un grupo de regantes empeñados en malgastar su bien más preciado, que representa su futuro y su modo de vida. Porque parece que esa es la imagen que se quiere proyectar de los agricultores, a los que se nos intenta tachar de derrochadores, olvidando una premisa fundamental: que los agricultores y ganaderos producimos Medio Ambiente. Aunque algunos ecologistas se empeñen en pintarnos como el enemigo público número uno, somos los más interesados en la viabilidad medioambiental de nuestro entorno. Parece lógico, aunque solo sea por puro egoísmo, porque nos interese cuidar nuestro medio de vida y el de nuestros hijos.

Finalmente, no se puede obviar la situación en la que se encuentra el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel; si bien es cierto, la solución a este problema ya se resolvió hace más de 20 años y no es otra que la derivación de agua en períodos secos desde el  Trasvase del Tajo-Segura hacia este humedal a través de la conocida como Tubería de la llanura manchega, recurso que se contempla en la ley y que por la desidia en la gestión político-administrativa a todos los niveles, tanto nacional como autonómico, sigue sin producirse. Valga esto como ejemplo de la deuda histórica que tiene esta tierra en materia de regadíos: la Tubería Manchega ha sido la única obra hidráulica con alguna envergadura, proyectada hace ya dos décadas y aún sin acabar y mucho menos sin saber cuándo estará en funcionamiento.

Está claro, una de las claves para luchar contra la despoblación es invertir en regadíos. Solo así podremos ser competitivos, porque todos sabemos que solo de la agricultura de secano no se puede vivir. Y, como remate, vemos cómo mensualmente le envían agua a otras Comunidades Autónomas, desde la nuestra, para que se desarrollen mientras a nosotros nos ‘meten la tijera’. ¡Esto es inasumible!